No soy de películas ñoñas. Normalmente, no me representan. Rara vez me veréis viendo la típica película que cuenta la historia de chico conoce a chica, tienen que ser casos muy excepcionales. Por eso me he sorprendido a mi misma viendo esto, y aún más, disfrutándolo.
La delicadeza, es una película basada en la novela homónima de David Foenkinos, encargado también de dirigir esta obra. Es de esperar que si director y escritor son la misma persona, sea bastante fiel al libro. Y así es. Sin embargo, creo que habría que leer el libro antes para que la película termine de gustar. Si no lo hubiese leído antes de verla, quizás me hubiera parecido un poco tostón.
Es una historia muy sencilla, contada de forma natural y, como bien dice su nombre, con mucha delicadeza. Se nota que el autor ha puesto mucho cuidado en esto, porque está muy bien lograda. Estamos en París, Nathalie (Audrey Tautou, conocida por esa película tan sobrevalorada llamada Amélie, y ahora es cuando alguien viene a matarme), conoce a François (Pio Marmai), se enamoran locamente, se casan y son felices. Un día, François muere de forma inesperada, y la vida de Nathalie se vuelve del revés. Entre una centena de sucesos aparece del adorable de Markus (François Damiens), un sueco de metro noventa, un poco rarito. Y hasta aquí puedo leer.
No sé si será porque los personajes tienen una personalidad muy marcada, muy distinta de lo que se suele ver, tal vez porque cada uno arrastra su propia historia, pero esta película me ha parecido diferente al resto. Una especie de 500 días juntos (de hecho, hay una escena que parece sacada de allí). De esas historias que despuntan en su género, sin salirse de él.
Me gusta cómo enfocan esa pereza que siente Nathalie a la hora de conocer a alguien, esa desgana. ¿Para qué mostrarse simpática, para qué intimar con alguien? ¿Para qué molestarse? ¿Realmente sirve para algo? Y por otro lado, tenemos a Markus, que es la inseguridad materializada, sintiéndose poca cosa para lo que sea. Y lo que es peor, acostumbrado a verse de esa forma.
La banda sonora es cortesía de Émilie Simon, igual de delicada que la película, pianos, xilófonos, y la voz tan dulce que tiene esta chica, hacen una combinación bastante perfecta.
(Este vídeo no tiene absolutamente nada que ver con la película. Lo dejo por si estás leyendo esto y no sabes quién es esta chica.)
¡En fin! Una película muy bonita. Te da lo justo de amargo y lo justo de dulce. Y acabas con una sonrisa en la cara, quizás incluso con una lagrimilla, pero de las bonitas, de las de "Ay, qué cosa más mona." Si lloras de ternura, llorarás con esto. Es, además, una oda a la esperanza. Porque joder, los que no somos tan agraciados, tenemos derecho a amar. El amor es de todos.